|
"Una babilonia africana del siglo XXI" Habíamos quedado
con Matshediso en Carlton Centre, el más lujoso hotel de la ciudad situado
en el centro mismo de ella, pero ahora abandonado por los turistas y los
blancos debido a la creciente peligrosidad del lugar. Matshediso es una
mujer que está al cargo de un centro de acogida para niños de la calle,
los cuales -a diferencia de los de Río o Sao Paulo- reciben cierta atención
por parte del gobierno del ANC. En el centro, un cuadro de educadores
y cuidadores infantiles se ocupan de la atención, de la manutención y
del alojamiento de un montón de niños entre 5 y 18 años. Reciben poquísimo
dinero, pero están siendo capaces de impartir una buena educación y de
crear un muy buen ambiente en el centro. Pude hablar con alguno de los
chavales, super-respetuosos con los mayores, muy alegres, amantes del
deporte (particularmente del fútbol) y, sobre todo, dotados de una gran
curiosidad por lo nuevo, por lo diferente: los vi leyendo en corrillo
un libro ilustrado acerca del antiguo Egipto y, cuando me vieron, me rodearon
y no paraban de preguntarme cosas sobre Europa, soñando -sin duda- todos
en poder conocer algún día remoto otras culturas, otros países. Las calles
del distrito financiero y comercial de Johannesburg rebosan de gente durante
el día. Sus amplias avenidas -todas perfectamente geométricas, como trazadas
con tiralíneas- se llenan de puestos de vendedores ambulantes (los llamados
"hawkers"), atendidos en su mayoría por negros, aunque también pueden
verse indios e, incluso, algún blanco proveniente de países pobres del
Este de Europa. En ellos se despachan desde frutas y verduras (los más
numerosos), a frutos secos, golosinas, ropa, relojes, música, peluquerías
al aire libre y, prácticamente, cualquier artículo posible. Y como telón
de fondo, altos y lujosos edificios que la clase dirigente blanca ha dejado
de frecuentar, pero cuya propiedad sigue detentando, cobrando altos alquileres
a los nuevos arrendatarios negros aunque dejando que los inmuebles se
vayan deteriorando progresivamente, lo cual deja una sensación profunda
de tristeza y abandono. Cuando la noche llega (que en invierno suele ser
a las 18 h. y en verano a las 19 h.), el "business district" de Johannesburg
se va quedando progresivamente desierto, pues en él no existe vivienda
alguna, y en las calles, bulliciosas durante el día, aparecen ahora esporádicamente
personas que aprietan el paso para coger uno de los "taxis especiales"
nocturnos, "homeless" errabundos que se reúnen en torno a fogatas en plena
calle y sombras inquietantes por doquiera... Mi amigo negro -un técnico
medioambientalista que se gana la vida como "free lance", realizando encargos
ocasionales para empresas que le pagan tarde, mal y nunca- me dice que
ese es el legado de los blancos: una jungla de asfalto, insana física
y mentalmente, donde la única ley vigente es la del más fuerte, y una
sociedad (la sudafricana) que no siente compasión por los desposeídos,
que son la gran mayoría. Para volver a nuestra residencia en Soweto, tenemos
que buscar uno de los "taxis nocturnos", largos coches americanos tipo
ranchera donde viajan hacinadas hasta 10 personas, lo cual permite a los
pasajeros poder pagar la tarifa del transporte y a los conductores obtener
suficientes beneficios. Y es que, a partir de las 19 horas, los "taxis"
diurnos dejan de funcionar, quedando únicamente los taxis especiales mencionados
y el tren, si bien éste último es feudo de los criminales. Los "taxis"
diurnos, el medio de transporte más utilizado con diferencia por la gente
de color, son en realidad furgonetas japonesas en las que se agolpan hasta
18 personas, muchas veces portando grandes bolsas de la compra y otros
objetos. Hay varias estaciones de estos microbuses en la ciudad, pero
la más importante es Park Station, desde la cual se puede alcanzar cualquier
dirección en los suburbios negros (las "townships") y que durante el día
goza de gran animación debido a la gran cantidad y diversidad de puestos
de venta callejera. Cerca de Park Station se encuentra la Universidad
de Witwatersrand, más conocida como Wits, que es la más prestigiosa de
toda Sudáfrica debido a que casi todos los dirigentes de este país (no
sólo políticos, sino también empresarios, banqueros o, simplemente, intelectuales
y hombres de la cultura) acudieron a ella. El campus es típicamente americano,
con edificios majestuosos imitando el estilo de los monumentos históricos
de Europa aunque la flora tiene la exuberancia africana. Hasta los años
90 estuvo vetada a los negros (si bien, en alguna rara ocasión, alguno
obtuvo una beca, como el propio Mandela) y ahora sigue siendo una universidad
para gente pudiente, pero incluyendo también a las clases altas india
y africana. Es impactante pasearse por ella y ver un abanico multicolor
de razas y culturas que no se mezclan en absoluto entre ellas (salvo en
la asistencia a las aulas), constituyendo comunidades islas -especialmente
la blanca y la asiática- donde no se permite ni la entrada ni la relación
con las otras. Algunos amigos africanos me comentaban que eso es un lastre
del pasado, pero que, a medida que se siga desarrollando la normalidad
legal conquistada con el fin del apartheid, la convivencia interracial
mejorará sin duda. Yo creo que eso será posible sólo si esta sociedad
va ganando en justicia social y elimina el apartheid económico hacia la
mayoría negra, que aún pervive.
|