Ritos y leyendas


 

Dengbagwi

          

               Guetario, el jefe mozande, era joven. Tenía la nariz estrecha y más bien alargada, labios finos y rectos y un pelo corto y ensortijado que le hacía parecer siempre bien peinado. Era delgado y medía alrededor de un metro sesenta y cinco, estatura algo baja para un jefe zande si no fuera porque los mozande, teóricamente de la misma etnia que los azande, eran bastante más bajos que estos últimos. Creo que nunca logré convencerle de que cesase en su guerra no declarada contra sus vecinos los mobengues; los del otro lado del río. Guerra sucia de matanzas esporádicas a individuos de esa tribu, contestada con la misma moneda por estos. Recuerdo aquella ocasión: Era la época seca. Nos encontrábamos junto a lo que había sido Administración Territorial en tiempo de los belgas; junto al Uele. El agua marrón del río bajaba hacia la izquierda y la corriente, más rápida en el centro, dejaba huellas fugaces. En la otra margen, abrazadas por la vegetación espesa de la selva, se veían las siluetas de algunas chozas del poblado mobengue. Se asomaban tras el malecón en el que atracaba el transbordador y un pequeño edificio que había sido blanco. Desde allí, a pesar de que el río era ancho a su paso por Bondo, llegaba hasta donde estábamos cierto olor a tristeza y a miseria; un sórdido hedor a resquemor y a mala suerte; a temor y a odio. No estoy seguro de si el aroma entraba más por los ojos o el olfato. Aquel día me narró esta historia. Tal como me la contó, de la manera más parecida posible, la intentaré transcribir. "Hace muchos años había un poderoso príncipe zande, llamado Mobenge, que vivía en las lejanas tierras del Nordeste a las que hoy día conocemos como Sudán. Era un verdadero ambomu1, descendiente directo de la casa real de Vongara, linaje al que solo pertenecen los más nobles entre los azande". "Mobenge era ambicioso y un día decidió conquistar las tierras del sur y hacerse dueño del territorio en el que crece el árbol del bengue tan necesario para fabricar el veneno con el que se predice el futuro y que ayuda a tomar decisiones importantes. Porque, por medio del "Oráculo del Veneno" se puede adivinar si alguna de las mujeres engaña al marido con otro hombre; si el enfermo que sea morirá irremediablemente o sanará; si es hora de atacar a los enemigos con garantías de victoria y posibilidades de conseguir un buen botín y muchísimas cosas más. Con lo cual se ganaba gran poder". "Allí, en el Bomokandi, moraban los mangbetu que habían enseñado a los azande los secretos de los oráculos y de la brujería. A pesar de los vínculos de amistad que en aquella época les unía con la mayor parte de los príncipes de su raza, Mobengue pensaba destruirlos y expulsarles de la selva que habitaban desde que el tiempo creó los cursos de los ríos". "Para ello juntó un poderoso ejército y fue hacia el sur hasta que topó con nuestro gran río, el Uele. No lo podían atravesar porque eran demasiado numerosos para construir tantas canoas como necesitaban y podían dejar el bosque sin árboles". "Entonces siguieron su cauce hacia el Oeste. Cuando trataban de pasar al otro lado, seguían sin poder hacerlo y así fue sucediendo hasta llegar al lugar en el que ahora nos encontramos, junto al río, en Bondo. Y aquí, como sigue siendo profundo y ancho, tampoco podían cruzar". "En este lugar vivíamos ya los Mozande y un antepasado mío era el jefe. Había un Boro Ngua2 como no ha habido nunca otro igual, nacido de la tierra, sin padre ni madre conocidos, que entendía todas las artes de la magia, sacaba los humores de los cuerpos enfermos y hacía sanar a muchos de ellos e incluso resucitar a algunos muertos. "Se llamaba Dengbagwi". "Mi antepasado, el que entonces era príncipe y jefe de todos los mozande de aquí y Mobenge eran parientes. "Así es que pidió a Dengbagwi que le ayudara. Y éste tocó el agua con sus manos. "Las aguas se abrieron e hicieron un camino por el que pasó Dengbagwi seguido de Mobenge y de todo su ejército. Hasta que todos hubieron pasado, permanecieron abiertas. Y, después, quisieron agasajar al Boro Ngua que tan gran prodigio había hecho y le convencieron para que cerrase el camino y se quedase con ellos, en la otra orilla, aquella noche. Y así lo hizo". "Mobenge le ofreció riquezas, mujeres, ganado y muchos de los tesoros que conseguirían en sus conquistas si le acompañaba siempre y abandonaba a los mozande. Pero como Dengbagwi decía que no, le hizo preso, con el consejo de los ancianos y, temiendo que luego se volviera contra ellos, decidió matarlo". Llegado a este punto, yo no paraba de pensar en el pobre e iluso misionero que hacía muchos años trató de enseñar la religión cristiana a los azande, pretendiendo abrirles la mente a una nueva fe. No sospechaba seguramente que un mundo tan diferente como el suyo no tardaría en asimilar las historias y transformarlas. Y Guetario era un hombre culto, como muchos de los jefes de aquellas tierras. Le dejé continuar, sin interrumpirle. "Dengbagwi pidió como último deseo que le ataran una piedra pesada a los pies y le dejaran libres las manos y que le arrojaran al río, en la parte más profunda, llevándose unas campanillas que siempre tenía consigo y le ayudaban a hacer milagros. Y para darles más seguridades, prometió que no usaría las manos ni las campanillas para soltarse de la piedra. "Así lo hicieron y, apenas había desaparecido el cuerpo del hechicero bajo el agua, sonó un gudu-gudu (tam-tam) que no se sabía de dónde salía y se oyeron multitud de voces que cantaban al unísono sin que tampoco se pudiera adivinar su lugar de procedencia. Dengbagwi emergió a la superficie y bailó casi sin tocar el agua. Al cabo de unos minutos comenzó a elevarse, más y más, mientras seguía bailando sin parar. Llevaba las campanillas en sus manos. Antes de desaparecer entre las nubes, las arrojó a los pies de Mobenge y se hundieron en la tierra, perdiéndose para siempre. "Enseguida, Mobenge enfermó y mucha gente de su ejército enfermó también. Mobenge murió y mucha gente de su ejército murió también. No pudieron volver a cruzar el río porque Dengbagwi había muerto y nosotros no les dejábamos pasar a este lado. Porque habían matado a nuestro "Boro Ngua"; el más importante de cuantos han existido en la historia de los mozande, los azande y todas las tribus que habitan alrededor de los ríos Bomokandi, Uele, Mbomu y los demás. "Es esta razón por la que en ese lado del río viven los Mobenge y son nuestros enemigos. Ya no pertenecen a la raza zande debido al "Gira"3. Mataron a un gran hechicero. Y son nuestros enemigos". Terminó de hablar y se quedó pensativo. Sin saber exactamente por qué, me encontré pensando en la gran cantidad de semejanzas existentes entre el Popol Vuh4 y numerosos pasajes de la Biblia. En la equivalencia entre las Bienaventuranzas de Jesucristo con las que se decían en los tiempos del Faraón Amenofis IV, también conocido como Aknatón. En las coincidencias de la doctrina de Buda con la religión de los cristianos. En los pensamientos y teorías de distintos personajes de la Historia, nacidos en épocas distintas y en lugares distantes, que enseñaban casi lo mismo. Y en que, cuando el mundo no era del todo conocido, existían personas de espíritu viajero que hablaban aquí y allá de lo que habían oído en otros sitios. No quise preguntarle si le parecía inteligente que una persona culta, como él, creyera esas historias. Al fin y al cabo cuanto él me contaba pertenecía a una cultura que como la nuestra, como todas, se basa y afianza en unas leyendas que les dan carácter, razón de ser y personalidad propia. Aunque siguiese sin apoyar su violencia, creí su historia. Los dos permanecimos callados durante un buen rato. Nuestra amistad y comprensión mutua se vieron reforzadas. También, alguna vez, el mundo negro podía ganar terreno ante la cultura del hombre blanco, devastadora y depredadora de todo lo que toca. Aunque sólo me ganase a mí, una pequeña hormiga en un mundo con tantas grandezas. Jorge de Satrústegui Texto tomado de la novela "MUNDELE", del mismo autor.

1.-Dinastía a la que pertenecían los verdaderos y primitivos azande, "los conquistadores", que sometieron a otros pueblos a los que asimilaron.

2.-Hechicero conocedor de la medicina.

3.-Tabú.

4.-Relatos de la Mitología de las Mayas de la antigua América Central cuya recopilación también fue llamada la Biblia Maya.

 


 

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